“Para nosotros, los del teatro, es importante regresar a Shakespeare por un momento. Después, volver a hacer nuestras propias cosas dándonos cuenta de que nada de lo que podamos hacer podrá llegar a ser tan bueno. Este sentido de la perspectiva no es desalentador, es una inspiración”.



Peter Brook




martes, 20 de abril de 2010

La revolución de las palabras



David Edery concreta una potente y por momentos conmovedora versión de “Sacco y Vanzetti”, de Mauricio Kartun, apoyada en sólidas actuaciones que traen al presente a grandes actores de otros tiempos


Reseña del espectáculo Sacco y Vanzetti publicada por El Ciudadano & la gente el lunes 19 de abril

Dramaturgia: Mauricio Kartun
Dirección: David Edery
Actúan: Miguel Franchi, Pablo Coppa, Liliana
Belinsky, Patricia Pareja, Roberto Chanampa,
Carlos Soto Payva, Eduardo Vercelli, Sergio
Garfinkel, Raúl Santángelo, Gloria Bussano,
Raúl Luna Tubio y Miguel Chiaudano
Sala: La Comedia


Por Miguel Passarini
La historia comienza en 1916, con las sentencias a prisión de dirigentes del movimiento obrero norteamericano por estar afiliados al I.W.W, el sindicato Trabajadores Industriales del Mundo. Poco después, el gobierno de los Estados Unidos expulsa del país a miles de obreros y pone en prisión a otros tantos huelguistas. Pero hay un dato que posiciona al espectador y que, como los anteriores, se oye a través de un off (la voz es de Alfredo Anémola): “Sólo en las dos primeras décadas de este siglo (el XX) ingresan a Estados Unidos más de tres millones de inmigrantes”.
Entre ellos, sin tener demasiado en claro a lo que se enfrentaban, dos italianos, Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, un zapatero y un vendedor de pescado, empezarían a escribir una historia que cambiaría el modo y el significado de la palabra justicia. “En realidad, todos los jueces que interpretan las leyes a favor del poder quedan en la lista negra de la historia”, escribió el iluminado Osvaldo Bayer acerca del caso.
Sacco y Vanzetti, declarados militantes anarquistas, fueron detenidos en 1920, acusados sin pruebas de un crimen que no cometieron, y en 1927 fueron condenados a muerte en la silla eléctrica. La puesta rosarina, ganadora de uno de los Proyectos de Coproducciones Teatrales municipales 2009, a cargo del Colectivo Teatral Sietelocos con dirección de David Edery, relata, merced a la ingeniosa estructura que construyó Mauricio Kartun a partir de lo que dio en llamar “dramaturgia sumaria de documentos sobre el caso”, los hechos más significativos del expediente “Sacco y Vanzetti”. Habla de cómo aquello que es simple puede volverse enrevesado en manos de una Justicia que en el fondo no los estaba acusando de un homicidio que no habían cometido (cientos de pruebas a su favor pasaron a lo largo de los años por el profuso juicio), sino que el martillo del juez Thayer (recreado por Eduardo Vercelli) velaba el atropello y la discriminación que sufrían por entonces (y ahora también) los inmigrantes en un país como Estados Unidos, siempre temeroso de un posible avance del comunismo, del mismo modo que entendía que los anarquistas, en su búsqueda de libertad para todos, se volvían “subversivos”.
Es así como los ecos de la historia argentina reciente están allí para quien los quiera escuchar: el texto y las imágenes que construye Edery a modo de viñetas hasta llegar a las instancias del juicio, y el juicio en sí mismo, acercan al presente la visión de que el mundo no ha cambiado nada (“fue y será una porquería”, escribió Discépolo), de que la discriminación en todas sus formas y la persecución política, más allá de lo escrito en las Constituciones de Estados Unidos, Argentina o del país que sea, son hechos cotidianos: Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, asesinados el 26 de junio de 2002 por la Policía, del mismo modo que Pocho Lepratti o Carlos Fuentealba, y los miles de militantes secuestrados, torturados y desaparecidos durante la última dictadura militar, son la prueba más contundente, y también dicen “presente” cuando un texto como estos sube a escena, poniendo en primera persona la revolución de las palabras.
Por el lado de las decisiones a la hora de pensar en una posible puesta escena, la mano experimentada de Edery supo conducir a un elenco ecléctico, en el que conviven tres generaciones de actores con formaciones y recursos diferentes que, sin embargo, consiguen abordar un registro de actuación unívoco, prolijo, dosificado en los momentos oportunos, y en el cual, obviamente, se lucen los protagonistas en pasajes verdaderamente conmovedores, aunque el resto del elenco (muy buenos trabajos de Roberto Chanampa como el Teniente Stewart; Raúl Santángelo como Thompson, el abogado defensor, y Carlos Soto Payva como el fiscal Katzman) es, en general, el gran soporte para el lucimiento de los personajes principales.
Si Pablo Coppa consigue jugar con la introspección de Sacco, Miguel Franchi, acaso uno de los mejores actores que ha dado esta ciudad, “presta” su cuerpo a Vanzetti, porque arma el personaje desde una actitud corporal, al tiempo que deja filtrar un gastado cocoliche en su modo de hablar. Del mismo modo, habitan en él la angustia y la bronca de Vanzetti y su decisión irrevocable de que la muerte puede volverse una opción más digna que la resignación, porque de ese modo quedarán a la vista de todos (del mundo) las “flaquezas” y arbitrariedades del sistema judicial.
Por lo demás, los aportes de la música original de Roberto Ceballos, la escenografía y luces de Jorge Nieto, y el impecable trabajo de vestuario de Ramiro Sorrequieta, completan un espectáculo que, en ciernes, es un homenaje a los grandes nombres del teatro local involucrados en el proyecto, a los llamados Independientes, esos hombres y mujeres que hicieron historia en las tablas locales en los 50 y 60 con trabajos memorables, y a los que el público aplaude a telón abierto en varias oportunidades.
Sucede que el teatro, que siempre es un acto político, lo es más aún si aquello que se pone en escena refiere directamente a un hecho histórico que en la década del 20 del siglo pasado conmocionó al mundo.
Pero también hay otros elementos alrededor de este estreno de Sacco y Vanzetti a tener en cuenta, y que lo vuelven un hecho político sustancial: no es un dato menor que el primer coliseo municipal, el teatro La Comedia, se llene de rosarinos ávidos de ver a sus actores enfrentados a un texto y al desafío de, una vez y para siempre, desterrar el mito de que el teatro que se produce en Rosario es sólo experimental y para unos pocos, independientemente de las extraordinarias propuestas que son creadas para un público más teatrero y conocedor de otros lenguajes.
Debería ser parte de las decisiones políticas y culturales de ésa sala ver qué obras se programan allí, y entender que en Rosario sí hay un teatro que puede pisar ese escenario con gran dignidad, muchas veces ajeno a los creadores independientes locales.
La prueba más contundente es esta esperada vuelta de Edery (ganador en 2009 del premio Podestá a la Trayectoria) con una obra imprescindible que, independientemente de que debería seguir en cartel por el resto de la temporada, sólo hará por el momento el próximo sábado, a las 21.30, y los domingos 2 y 16 de mayo, a las 20. Aunque quizás la respuesta del público, los aplausos y ovaciones de los espectadores en las dos funciones que lleva la obra, obliguen a los involucrados a cambiar de decisión, para que el boca a boca llene una y otra vez La Comedia y
Sacco y Vanzetti se convierta en el gran éxito de la temporada, porque tiene todo para serlo.

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