“Para nosotros, los del teatro, es importante regresar a Shakespeare por un momento. Después, volver a hacer nuestras propias cosas dándonos cuenta de que nada de lo que podamos hacer podrá llegar a ser tan bueno. Este sentido de la perspectiva no es desalentador, es una inspiración”.



Peter Brook




martes, 20 de julio de 2010

Conmoción, destreza y humor


VI EDICIÓN DEL FESTIVAL DE TEATRO RAFAELA 2010

El encuentro sigue su curso, con una segunda jornada en la que prevaleció, nuevamente, la calidad y la diversidad de las obras y donde se vio la elogiada puesta rosarina “Dionisos aut”, de Aldo El-Jatib
Publicado en El Ciudadano, sábado 17 de julio de 2010





Por Miguel Passarini
La VI edición del Festival de Teatro Rafaela 2010 siguió su curso con una segunda jornada en la que prevaleció, nuevamente, la calidad y la diversidad de las obras presentadas, y donde el frío no ha conseguido, al menos por el momento, correr al público de las salas, que sigue acompañando el evento en forma masiva cuando aún restan dos jornadas y la presentación de, al
menos, diez propuestas.
El último espectáculo del Grupo Laboratorio de Teatro El Rayo Misterioso abrió el fuego en cuanto a propuestas rosarinas, con la presentación de su impactante Dionisos aut, en el que la tragedia griega se mixtura con los discursos políticos contemporáneos y a través del cual el director Aldo El-Jatib, creador del grupo en 1994, consigue una vez más armar un entramado en el que su conocida capacidad para lograr imágenes de gran impacto pictórico se asocian a un texto cuya magnitud y vuelo provocó en Rafaela, como en cada lugar donde se presenta (el espectáculo participó de la última edición de la Fiesta Nacional del Teatro e integra el ciclo de giras y festivales nacionales INT Presenta), la conmoción del público.
En Dionisos out, del mismo modo que se plantea en espectáculos anteriores la problemática de la violencia, se hace hincapié en la figura de Dionisos y su asociación con el placer, la fascinación, la creación, pero a través de un mundo que parece haber perdido estos valores supremos y estar interesado en otros que tienen que ver con la ignorancia y las grandes mentiras de los discursos políticos, la falta de memoria y la caída estrepitosa de instituciones como la Iglesia.
Luego llegó el turno de Un poyo rojo, performance de danza breve (el original duraba apenas 15 minutos) que se presentó el año pasado en diferentes espacios no convencionales de este mismo festival (también en El Cruce de Rosario) y que este año adquirió, a través de la profundización del lenguaje coreográfico, de la poética y del hallazgo de una interesante estructura dramática, el carácter de obra.
Nuevamente el cuestionamiento de ciertos aspectos ligados con los costados “intocables” de la masculinidad encuentran en este trabajo la proyección y el despliegue necesarios merced a la apuesta de dos extraordinarios bailarines-performers, quienes llevan al límite sus potencialidades corporales y expresivas.
Mezcla de rutina de fitness y contact improvisación, Un poyo rojo, con dirección de Hermes Gaido, juega con la masculinidad, con los clichés del género, dejando al descubierto aquello que se vuelve irremediable cuando los “juegos” entre dos hombres pasan algunos límites, si es que esta altura se puede hablar de “límites” en la relación de dos seres humanos por fuera de los géneros.
El dúo, integrado por Luciano Rosso (Parto) y Nicolás Poggi (Tualet), dos jóvenes creadores y directores aunque con vasta trayectoria en la escena porteña, ya no reniega de elementos de puesta como sí pasaba en el original (presentado en teatros, plazas y museos, entre otros espacios) y sí se apoya en la complicidad con el público, azuzándolo desde el estupendo manejo del cuerpo con movimientos y guiños cuya comicidad hacen que la propuesta entre de inmediato en contacto con la gente.
Si hasta allí estos dos “gimnastas” hacen gala de lo físico encerrados en un vestuario que bien podría ser el de un gimnasio o un club, la aparición de la música termina por completar el cuadro. ¿Están allí para bailar? Bueno: qué mejor que una cumbia para cerrar aquello que no se conforma con la destreza y el conocimiento de dónde hay que poner la fuerza para transgredir las normas de la gravedad y que, al mismo tiempo, el movimiento no se vuelva tosco sino extremadamente plástico.
El cierre de la noche estuvo a cargo de un cordobés (aunque nacido en Rosario) que por estos días reparte su tiempo entre su ciudad y Buenos Aires. Se trata de Gonzalo Marull, que presentó su bizarro Medieval, en el que, una vez más, el mundo del cine y el teatro se mezclan sin prejuicios para contar una historia que al mismo tiempo que hace gala de cierto vuelo poético (incluso con la voz en off de Graciela Borges) se ríe de géneros como la comedia negra.
Con la llegada a un singular hostel cordobés de un griego obsesionado con la fotografía, las mujeres del lugar (la encargada, un ángel caído, y una azafata militante peronista) verán revolucionadas sus hormonas.
Pero eso pasa a un segundo plano porque allí vive el mismísimo actor alemán Klaus Kinski. Lo que en principio parece un delirio absurdo, consigue momentos de un humor desopilante, sobre todo si el espectador conoce la inolvidable obra cinematográfica del cineasta alemán Werner Herzog, Aguirre, la ira de Dios (1972), protagonizada por Kinski y considerada como uno de los hitos del cine alemán contemporáneo.

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