“Para nosotros, los del teatro, es importante regresar a Shakespeare por un momento. Después, volver a hacer nuestras propias cosas dándonos cuenta de que nada de lo que podamos hacer podrá llegar a ser tan bueno. Este sentido de la perspectiva no es desalentador, es una inspiración”.



Peter Brook




martes, 10 de mayo de 2011

Colorido viaje murguero, entre el humor y la nostalgia




CRÓNICA MURGA. El pasado viernes por la noche, a sala llena, en el Club Sportivo América, Agarrate Catalina desplegó su particular histrionismo para presentar en Rosario “Gente común”,
su último y elogiado espectáculo, ganador de varios premios en el reciente Carnaval uruguayo

PorMiguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del lunes 2 de mayo de 2011)

Como un hilarante integrante de un masivo grupo de autoayuda que buscaba “curarse del karma” de ser uruguayo, el histriónico Yamandú Cardozo, tras la apertura y luego del paso de Los Ladrones de Sonrisas (Bigand) y La Cotorra (Rosario), desplegó frente al micrófono un breve pero imprescindible compendio que bajo el genérico “Pequeño Catalina Ilustrado”, agrupó una serie de aclaraciones y modismos que permitirían a los presentes interpretar mejor Gente común, un espectáculo maravilloso.
Se trata de la última osadía escénica de la murga uruguaya Agarrate Catalina, ganadora del último Carnaval del vecino país, que el último viernes por la noche colmó las instalaciones del Club Sportivo América y con la que el grupo festeja su primera década de vida y los premios ganados en el reciente Carnaval, un hecho que amerita la “pizarreada” (término uruguayo equivalente al argentino “agrandarse”) de toda la compañía.
Antes del comienzo del show, la boletería agotada y los tamboriles sonando, hacían presuponer una noche festiva con aires futboleros, denuncia social y crítica a las instituciones, acaso los lugares más transitados de uno de los más populares géneros rioplatenses, pero La Catalina fue por más.
Así, en medio de un show marcado por el discurso político y el humor, aunque con dosis iguales de alegría y de nostalgia, la murga llenó de ritmo y color el enorme gimnasio de Tucumán al 2100 en una gala en la que el predio fue “bautizado” como el primer tablado rosarino.
Lejos de algunas de las pretensiones filosóficas que marcaron trabajos anteriores tales como El corso del ser humano, El viaje y Civilización, los tres últimos de la agrupación, aunque sin perder profundidad y reflexión en su entramado, el espectáculo que llevan adelante los hermanos Yamandú y Tabaré Cardozo al frente de un equipo de más de veinte artistas, es el más renovador de Agarrate Catalina de los conocidos a la fecha, y quizás allí radique el impacto que implicó su presentación en Uruguay.
Por un lado, porque desde la pretensión de acercar la propuesta al público, el discurso de la murga, por el llano y con las palabras más comunes, adquiere un vuelo inesperado: política, fútbol y problemáticas sociales compartidas por toda Latinoamérica, como la arbitrariedades del reparto de la riqueza o la pobreza como generadora de violencia, marcan a fuego la propuesta de la murga que sabiamente acomoda sus denuncias en medio de las jugosas canciones, con letra y música especialmente compuesta para la ocasión. Por otra parte, la estética y puesta en escena del espectáculo más aclamado de los tablados uruguayos del reciente verano, pone distancia de la conocida a la fecha: del lado del vestuario y maquillaje, los brocatos y sedas de “profundo carmesí” recuerdan mucho a los utilizados por la Comedia del Arte (lo que se revela como un homenaje a uno de los orígenes de la estética murguera), sumado a dispositivos que permiten con mínimos cambios o accesorios dar forma a los personajes que van transitando cada tramo.
Aunque el mayor capital de toda la propuesta está en el recorrido por los mundos más “comunes” que transita la performance a nivel ideológico. Desde el paródico análisis del primer año de gobierno de José Pepe Mujica de manos de la murga “más oficialista” del Carnaval uruguayo en el que brilla la fina ironía, pasando por los conflictos sociales que marcaron a fuego la vida de los vecinos en igual lapso de tiempo, los “singulares” veraneantes argentinos en Cabo Polonio, el último Mundial de Fútbol (en el que la Selección de Uruguay se quedó con el cuarto puesto) y hasta las contradictorias digresiones de los dogmas familiares, para terminar metiéndose con la Iglesia, el espectáculo se vuelve irremediablemente divertido, y al mismo tiempo, mordaz e incisivo.
Con Tabaré Cardozo como director, quien junto con su hermano Yamandú compuso las letras de las canciones, Gente comúntransita pasajes tan festivos como el del Coro de las Hermanas Catalinas, para contar la historia de los verdaderos “placeres” del padre Atilio, o los de una familia que traduce su impronta xenófoba en bondad y buenaventuraza, para pasar a otros, esos de las vidas “más comunes”, las de los solitarios como espectros, en los cuales “El cuplé de la violencia” se erige como uno de los pasajes más reveladores tanto a nivel discursivo como de puesta en escena.
Como todo lo bueno termina rápido, luego de algo más de una hora de show, cuando pasadas las 23 llegó la hora de los bises, los estrepitosos aplausos iban por más y los presentes ni siquiera imaginaban abandonar el recinto. El primer regalo fue un extraordinario solo de bombo, redoblante y platillos. Luego, la generosidad de los uruguayos determinó la convocatoria al escenario de sus colegas argentinos (Los Ladrones de Sonrisas y La Cotorra), quienes a modo de
soporte habían abierto la jornada. Ya era hora de la retirada. Como en pleno Carnaval, bajaron del tablado todos juntos para terminar tocando en la vereda y en la calle. El frío que marcó la inestable noche del viernes no se sintió, la hermandad uruguayoargentina, una vez más, dijo presente. Ahora sólo habrá que esperar a que la profusa gira que en un enorme “motorhome” los lleva a recorrer miles de kilómetros regalando su arte maravilloso, los traiga de regreso.

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