“Para nosotros, los del teatro, es importante regresar a Shakespeare por un momento. Después, volver a hacer nuestras propias cosas dándonos cuenta de que nada de lo que podamos hacer podrá llegar a ser tan bueno. Este sentido de la perspectiva no es desalentador, es una inspiración”.



Peter Brook




sábado, 7 de abril de 2012

De la pasión ilusionada a la absurdamente destructiva

Foto: Marcelo Martínez Berger



ESTRENO TEATRO. El dramaturgo y director rosarino Lauro Campos habla de “En el Escorial, cariño mío”, la obra del escritor español Alfonso Paso acerca de las arbitrariedades del amor y la pareja, con la que regresa a los escenarios, que se conocerá esta noche, a partir de las 21.30, en la sala Artéon, de Sarmiento al 700


Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del sábado 7 de abril de 2012)
En el tránsito de cosechar lo sembrado a lo largo de más cinco décadas con el teatro, tiempo en el cual la creación del grupo Evoternos se convirtió en uno de los pilares de la escena rosarina, con una producción variopinta en la que textos propios han convivido con clásicos revisitados y piezas de autores populares, el dramaturgo y director teatral rosarino Lauro Campos estrenará esta noche, a las 21.30, en Arteón (Sarmiento 778), En el Escorial, cariño mío, del español Alfonso Paso.
Se trata de una pieza para cuatro personajes (dos masculinos y dos femeninos) estrenada originalmente en 1968, que relata en un mismo ámbito, pero en planos diferentes, los deseos incumplidos de estos seres, el presente y la necesidad de que en el futuro algo cercano a la felicidad se pueda concretar.
“Es difícil encontrar en estos momentos una obra auténticamente apasionada. Esto es, una pieza teatral que sublime en sí el acto de hacer el amor sin recurrir a recursos burdos”, adelanta Campos, para quien la obra, que cuenta con las actuaciones de María Laura Arregui, Maxi Aurelio Jurado y Juan José Staffieri, con la participación especial de Paula Corvalán, “es auténticamente apasionada, en la que lo que se dice y lo que no se dice están fuertemente teñidos de una pasión ilusionada al principio y más tarde, absurdamente destructiva, y en la que la pregunta acerca de si debe una pareja contarse absolutamente todo en el amor o debe siempre quedar algo en la intimidad de cada persona porque, de decirse, podrían desatarse obsesiones insospechadas, está permanentemente presente en escena”.
Alfonso Paso Gil, tal su nombre completo, nació en Madrid en 1926 y murió en la misma ciudad en 1978. Su obra dramática está teñida de situaciones agridulces más allá del tránsito por géneros humorísticos o dramáticos, siempre apelando a diálogos originales y sugerentes, tal como lo reflejan las piezas Usted puede ser un asesino o Vamos a contar mentiras, entre muchas otras.
“En realidad, es una comedia romántica, prefiero definirla de ese modo, no me gusta decir que es un drama como se la supo leer porque en realidad, más allá de muchas cosas dramáticas que encierra la pieza, creo que, fundamentalmente, el ritmo es lo que hace que lo que acontece en escena entre en el registro y el género de la comedia”, comentó Campos en diálogo con El Ciudadano, acerca de esta pieza que adaptó y dirige con la coordinación de actores de la actriz Emmy Reydó.
“La historia que cuenta esta obra es muy apasionada y en lo personal me dio vueltas apenas la leí. Cuando hace algún tiempo me la mandó Almudena (Paso, hija del recordado dramaturgo, actualmente radicada en Londres), quien me la envió vía correo, me interesó mucho la vigencia de la estructura: como dice Paso en el prólogo, tiene «todo mezclado y agitado», los tres planos: el de lo real, el de lo imaginado y el plano del deseo, y eso me produjo una gran intriga y las ganas de ponerla en escena, porque en definitiva es una obra que habla del amor, y hoy en día son pocas las obras que están habando del amor”.
Respecto de los alcances de la temática, el director amplió: “Aquí se habla del amor intenso, porque por amor finalmente se puede llegar a morir, y eso aumentó el deseo de poner en escena la obra sin traicionar ese concepto inicial, teniendo en primer plano todo el tema de la pasión, con actores de alrededor de 40 años que es, para mi gusto, la mejor edad de la vida”.
El creador, que editó en 2011 Pobre mundito perturbado. (No sólo cuentos), y que está a punto de lanzar al mercado Impostores en Nueva York, también dio pistas acerca de la trama: “Es la historia de un trío que puede llegar a ser un cuarteto, donde una tonta confesión que uno puede hacerle a su pareja en cualquier momento, casi sin notarlo, desata la obsesión del otro. En lo personal, creo que la perdurabilidad de una pareja va atada a la sinceridad, pero también es cierto, y allí entra a jugar la estructura mental que tenga cada uno y la amplitud para entender ciertas cosas, que muchas veces hay un sector de uno, muy íntimo, que queda en un cono de sombra para la pareja y que quizás haya que dejarlo allí, tal como está. En ese terreno, también entra a jugar un poco el misterio que es necesario para poder mantener viva cualquier relación”. Y agregó: “Se trata de una pieza que, más allá de la adaptación, está tan bien escrita que entra hasta lo desopilante, el humor absurdo al que Alfonso Paso ha sido tan afecto; esta es una obra de las llamadas de reflexión, donde sucede algo parecido a Cena de matrimonios, donde el autor no puede dejar de meter a una mujer verborrágica que canta una serie de verdades, que parece muy loca pero que en realidad es la más cuerda de todos los personajes”.
Respecto de la clave para volver a traer a Paso al presente, un autor que tuvo su momento de esplendor en el mundo de habla hispana entre los 60 y los 80, el director, que además cuenta con una vastísima y premiada obra propia, reflexionó: “En primer lugar siempre, a pesar una vasta producción propia, he tratado de hacer un autor para, como dicen los españoles, «desvelarlo», es decir quitarle los velos según mi propia mirada. Cuando uno pone en escena aquello que escribe, sabe de antemano con el material que cuenta, con lo que eso puede dar; pero cuando se parte de otro autor, hay que acercarse a una cierta lógica de su escritura. Por eso digo que hay que sentarse a leer un Lorca, un Shakespeare, un Alfonso Paso o un Noël Coward, porque siempre te enriquecen la visión acerca de lo que es el teatro. Así es como hice, por ejemplo, Agatha Christie en 2005, Shakespeare en 2003 o Las relaciones peligrosas (Pierre Choderlos de Laclos) en 2001, sólo por citar los últimos años. En ese terreno, lo de Paso empezó por lo atractiva que me pareció la estructura, porque parece una obra escrita ayer, modernísima. Y puedo arriesgar aún más: me hizo acordar mucho a Alain Resnais con Hace un año en Marienbad (Francia, 1961). Nunca había leído un Paso tan moderno y no hay que perder de vista que yo aprendí a hacer comedia viendo y leyendo las obras de Alfonso Paso, pero siempre fue el Paso del vodevil, de la cosa divertida. En cambio, en este caso, los juegos que propone la estructura de los cambios temporales, algo que implica cierta complicidad de parte del espectador, coloca a esta pieza en otro lugar. También creo que es tiempo de poder hacer un teatro popular pero sin subestimar al público, porque cierta procacidad que quizás la gente buscaba antes en el teatro, la tiene ahora, a cualquier hora, en la televisión. Y ojo que yo suelo refugiarme en la televisión para descansar y distraerme, pero hoy más que nunca, si alguien viene al teatro, viene a buscar otra cosa, sobre todo, algún rasgo de inteligencia”.

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