“Para nosotros, los del teatro, es importante regresar a Shakespeare por un momento. Después, volver a hacer nuestras propias cosas dándonos cuenta de que nada de lo que podamos hacer podrá llegar a ser tan bueno. Este sentido de la perspectiva no es desalentador, es una inspiración”.



Peter Brook




sábado, 20 de abril de 2013

Sobrevivientes en la bañera



ESTRENO TEATRO. Ignacio Amione dirige a Silvia Ferrari, Mumo Oviedo, Elisabet Cunsolo y Fabio Fuentes en “Mil quinientos metros sobre el nivel de Jack”, de Federico León, que se presenta los viernes, a las 22, en la sala La Manzana, de San Juan 1950


Una de las imágenes de la gráfica de “Mil quinientos metros sobre el nivel de Jack”.

Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del viernes 5 de abril de 2013)
A mediados de los años 90, el joven dramaturgo y director teatral porteño Federico León (hoy abocado al cine y a la escritura), revolucionaba el medio con el estreno de Cachetazo de campo, una obra que se corría del teatro del procedimiento que imperaba por entonces, para volver a un texto creado por sus actores, independientemente de lo singular de su propuesta dramática. Años después, sobre finales de la década, el mismo director estrenaba en el Teatro del Pueblo Mil quinientos metros sobre el nivel de Jack, donde una vez más volvía a sorprender con un trabajo corrido de registro, “desaliñado” de la media imperante, donde contaba los entretelones de una serie de vínculos partidos por ausencias, con una madre y su hijo conviviendo en un baño, donde se filtraba en cada momento el recuerdo de un padre ausente mientras “naufragaban” dentro de una bañera.
Desde esta noche a las 22 en La Manzana (San Juan 1950, donde seguirá en cartel los restantes viernes de abril y los de mayo), Rosario tendrá la posibilidad de conocer una nueva versión de Mil quinientos metros sobre el nivel de Jack, con las actuaciones de Silvia Ferrari, Mumo Oviedo, Elisabet Cunsolo y Fabio Fuentes, bajo la dirección de Ignacio Amione, quien de este modo se prueba como director en las grandes ligas de la escena local. 
“El texto de esta obra ganó el primer premio de dramaturgia del primer concurso que el Instituto Nacional del Teatro (INT) organizó en 2000, aunque la obra se había conocido un poco antes. Y la verdad es que en 2010, leyendo textos para elegir una obra, me encontré con éste, y las imágenes que fueron apareciendo me quedaron grabadas en la retina de una manera singular; la obra me quedó dando vueltas en el inconsciente y desde aquel momento la quise hacer. Y fue así: en estos primeros pasos como director fue la obra elegida porque sentí que lo que contaba y cómo lo contaba tenía mucho que ver conmigo, con lo que yo pienso que debe ser el teatro, con un modo de generarlo”, adelantó Amione, quien reconoció como compleja “la instancia en la que uno se topa con un material frente al cual tiene la certeza de querer hacerlo”.
“Una bañera es lo único capaz de contener a una mujer que ha perdido a su amor. Jack es el padre ausente, que dejó tras de sí una familia compuesta por una madre absorbente y su hijo inmaduro. El universo de Jack, el buzo explorador, se encuentra presente en el agua que salpica toda la escena, se desparrama y suena, como lo hace también la música en vivo que invade este living submarino. La madre, su hijo, la novia y un músico comparten el mismo barco que se empeña en naufragar a pesar de los grandes esfuerzos de estos antihéroes de la vida”, describe la poética sinopsis de una obra en la que el humor se tiñe de tragedia y las ausencias resuenan en la memoria frente a los vacíos inenarrables que dejó la última dictadura militar.
“Lo que tiene como atractivo esta obra es la mezcla de universos que propone, más allá de que esta es nuestra versión, porque para mí no existe otra manera de hacer teatro que no sea versionando, incluso nosotros, como artistas, integramos un grupo que tiene una dinámica muy especial, que generó un clima muy divertido, y donde todo eso se filtró en la obra”, relató el director respecto del montaje.
Amione ensayó también una manera de narrar de qué habla la pieza a través de su forma de concepción teatral: “Es una obra contada a partir de planos múltiples, donde aparece fuertemente la música que fue otro de los aspectos que unió la impronta de este grupo. Aquí, la música está vinculada con el relato, no va como acompañamiento o como un ornamento. Y en uno de esos planos está una madre y su hijo, una madre muy particular, y una gran ausencia, la del padre que, paradójicamente, es la gran presencia en las vidas de estos personajes. Lo que se cuenta es la cotidianeidad de esa madre y su hijo. En ese devenir, aparece una pareja de músicos y poco a poco se van incorporando a la escena y a la historia hasta que se terminan quedando, generando una mezcla entre esos dos universos, todo rumbo a un desenlace”.
Por su parte, la actriz Elisabet Cunsolo dio algunas referencias acerca de su personaje: “Es uno de estos músicos que se incorporan dentro de la historia, y desde la primera lectura me generó intriga la cuestión del uso del agua en escena y el tratamiento del humor dentro de una historia que pareciera ir para otro lado; es un personaje que acciona a partir del vínculo que entabla con este hijo frente a una madre con la que él mantiene una relación muy edípica”.
A su tiempo, Oviedo, actor vinculado al humor, relató su cercanía con un texto del que había visto montadas dos escenas. “Conocía el texto, me resultaba un desafío, sobre todo por pensar en una obra donde si bien el humor aparece, no es una obra humorística. Quizás por esto, al comienzo, mi trabajo con Silvia (Ferrari, la madre) viraba para el clown, con la madre muy border y un hijo muy payaso. El proceso de ensayos, que duró un año, nos sirvió para modificar eso, pasó por etapas diferentes y creo que llegamos a un momento de
maduración interesante”.

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